VALLE DE SANTIAGO.- Uno de los paseos más antiguos del Valle de Santiago, fue sin duda alguna el del cráter y las islas de La Alberca, desafortunadamente el viejo paseo a las islas desaparece con la desecación del lago cráter. En lo personal creo que fui muy afortunado al haber nacido a mediados de los años 60, lo que me permitió

conocer a plenitud el paseo a las islas cuando siendo niño íbamos con mi familia. Al paso de los años el lago cráter generó mala fama, debido a los incontables casos de personas que perecieron ahogadas en sus aguas, pero aun así a principios de los años 80 siendo mis amigos y yo unos adolescentes, corríamos aquel riesgo para vivir la
emocionante aventura de ir nadando hasta las islas, claro está, sin el consentimiento de nuestros padres, pues teniendo el lago aquella merecida reputación, jamás hubiéramos conseguido un permiso. El reto de nadar en La Alberca también implicaba el vencer nuestros miedos, pues se decía que al centro del lago se formaba un gran remolino que al estar cerca de este te podía succionar hasta lo más profundo, o la
existencia de plantas acuáticas que podían enredarse peligrosamente en tus piernas, y algunas otras historias más que se iban agregando con el tiempo, lo único que si llegamos a experimentar al nadar en dirección a las islas, era el abrupto cambio de temperatura del agua, pues las corrientes de agua fría podían generar calambres en las piernas, con la posibilidad de provocar un desenlace fatal.
Al llegar a nuestro objetivo, caminábamos por algunos momentos entre la abundante vegetación de la isla buscando entre las plantas de plátano algún fruto maduro para comerlo, y después de descansar y comentar los detalles sobre nuestra travesía, regresábamos nuevamente nadando hacia el embarcadero, terminando así nuestra aventura secreta.
Creo que todos los que tuvimos la suerte de realizar este paseo a las islas nadando o en lancha podemos tener vivencias similares, pero conocer el testimonio de un viajero que realizó este paseo hace 161 años es sumamente interesante.
Es por eso que en esta publicación presento el relato que hace el famoso pintor
mexicano Felipe Santiago Gutiérrez, sobre las impresiones de viaje que escribe en uno de sus libros durante su estadía por el Valle de Santiago en 1863. El pintor fue invitado expresamente al encontrarse instalado ya en la villa por el jefe político Don Vicente de la Fuente, que como buen anfitrión lo lleva a conocer el paseo más tradicional del Valle
de Santiago del siglo XIX, mencionando en su libro un interesantísimo relato de su paseo a las islas, del cual hago el extracto literario de su narrativa donde cuenta lo siguiente: “Ayer tarde tuve el gusto de ver esta maravilla de la naturaleza acompañado del Sr. Lafuente y de la de Bravo, llegamos unos en carruaje y otros a caballo a la meseta del cerro” “Comenzamos todos á colocarnos convenientemente y el conductor del bote a remar hacia la parte opuesta” “Desembarcamos en una isla, y quede
admirado al ver que esta isla rodeaba casi una cuarta parte de la circunferencia de la Olla ó Alberca y tenía por algunas partes hasta treinta varas de ancho, habiendo pequeños árboles y sembrado maíz y algunas hortalizas” “Ya se sabe que las señoras todo lo embellecen y a todo le comunican su encanto y alegría: las que iban en la comitiva, al desembarcar, tomaron tierra á brinquitos y se esparcieron en la isla
metiéndose unas entre los carrizales, otras, sentadas debajo de los árboles, y otras templando una vihuela y cantando acto continuo alegres canciones” “Se puso la mesa sobre el césped de la isla y poniendo todas las provisiones de la merienda que llevábamos, nos rodeamos del mantel como pastores, tomando alegremente n
nuestros platos.” “Resonaban las voces y las alegres carcajadas de las muchachas, transmitiéndose el eco, a la otra parte de la orilla, y aquellas a veces daban pequeños gritos para divertirse con la transmisión de la voz” “ Estábamos acabando nuestra merienda cuando comenzó a´ lloviznar, y ya solo dispusimos dar una pequeña vuelta por la isla para embarcarnos enseguida.” “Llegamos donde nos esperaba la canoa y nos metimos á ella resistiendo siempre la fuerte lluvia pero sin dejar de armar jácara y las señoras de cantar trozos de algunas operas.” “Cuando hubimos tocado el
desembarcadero, tratamos ya solamente de tomar cada uno nuestras cabalgaduras y emprender la vuelta, siempre bajo la capa de la impertinente lluvia, que sin embargo de que no dejaba de mortificarnos, no atenuaba en lo más mínimo la alegría de las señoras.”
El pintor termina su relato mencionando… “llegamos a casa y solo se trató de cambiar la ropa mojada por otra seca y después nos reunimos en la sala para acabar la noche tan alegremente como habíamos pasado la tarde. Como me gusta bastante la población del Valle, pretendo permanecer en ella algunos días.
C.D. Dr. Sergio Ruiz Aguilera. Cronista Municipal.
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